dissabte, 4 de febrer del 2012

La noche del Tlatelolco

     Un niño de cinco o seis años que corría llorando, rodó por el suelo. Otros niños que corrían junto a él huyeron despavoridos pero un chiquito como de seis años regresó a sacudirlo: "Juanito, Juanito, levántate". Lo empezó a jalonear como si con eso fuera a reanimarlo: "Juanito ¿qué te pasó?". Seguramente no sabía lo que es la muerte, y no lo iba a saber nunca, porque sus preguntas ya no se oyeron, sólo un quejido, y los dos pequeños cuerpos quedaron tirados sobre el asfalto, el uno encima del otro. Yo lo vi todo. Quería arrastrar al pequeño hasta la zanja donde me encontraba. Le grité varias veces pero como las balas silbaban por todas partes no me atreví a ir a por él. Me limité a gritarle : "¡Niño, niño, ven acá, niño!", pero estaba demasiado ocupado en revivir a su amigo. ¡Hasta que le dio la bala!

    Sé que soy un cobarde, pero sé también que el instinto de conservación es terriblemente egoísta.

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