diumenge, 18 de desembre del 2011

la quiero a morir

Yo la encontré hace tiempo. 
En cuanto a vosotros... puedo ayudaros a encontrarla. Se esconde tras unos ojos muy abiertos. A veces los tapa una melena eterna, pero (cuando se vuelve loca) otras, una melenita cortísima se escapa de detrás de sus orejas. 
La podéis encontrar desquiciada entre calculadoras, números y fórmulas, pero también entre leyes, decretos y casos irresolubles. O entre la propia vida. 
Puede que la encontréis comiendo oreo o tosta-rica, o tal vez bebiendo coca-cola. A veces ralla las esquinas de los papeles con colorines. Y os contaré que, desde no hace mucho, tiene una varita peligrosa adquirida en Ollivanders en su poder. Puede que también la veáis tumbada en el sofá, aunque últimamente abunden los momentos over-my-head, el senderismo en pleno agosto y las inauguraciones de nuevas eras. Si de verdad indagáis, buscad un pendiente minúsculo en su oreja, y lo que eso significa.

Os escuchará hablar de poesía, de París. Os advierto que las decisiones frente a un armario la pueden alterar peligrosamente, igual que cuando se trata de elegir entre Phoebe y Joey. Lo que está claro es que la encontraréis todos los días del año, en todos los sitios. Puede que la encontréis en un interraíl infinito. 

Tened las orejas bien abiertas, suele estar en silencio, esperando. 

Es difícil llegar, pero si la encontráis, invitadla a muffins o a pizza barbacoa. Queredla (yo creo que no puedo hacerlo más). Sorprendedla, hacedla reír, y dejadla hablar... tiene demasiadas cosas que deciros.

No sé si llegaréis a ella algún día... mejor dicho, creo que nunca dejaréis de encontrarla.
A mi, después de diecinueve años, sigue sorprendiéndome cada día. Me enseñó tantas cosas... no sé que hubiera sido de mi sin ella. Hasta fuimos mortífagas por un día. Sin duda la mejor amiga que he podido encontrar.

Quedan bienvenidos los diecinueve años de... ¿eh?
¡Ah!... y que te quiero.

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