dimecres, 24 d’octubre del 2012

Eva


El cine ha vuelto a sorprenderme.
Una hora y media frente a la pantalla que se resumen en una sola pregunta que des del momento en el que acabé de ver la película, no deja de dar vueltas por mi mente: “Y tú, ¿Qué ves cuando cierras los ojos?”.
Kike Maíllo se estrena en el mundo de la gran pantalla y lo hace entrando por la más grande de las puertas (tres Premios Goya sin ir más lejos).
Maíllo consigue hacer cotidiana la ciencia ficción a través de una fotografía excelente, un reparto muy acertado, un guión bien estructurado, y una trama cuyo final  estoy segura de que no dejará indiferente a nadie.

La historia nos cuenta cómo Álex vuelve a la ciudad que dejó años atrás, Santa Irene, la de su familia y su Universidad, para encargarse de un proyecto en la Facultad de Robótica. Se trata de un androide con un aspecto de niño óptimamente conseguido a quien Álex ha de conseguir otorgar un carácter, una manera de ser, de sentir y de reaccionar ante adversidades. Un alma.
Allí se reencontrará con su hermano y su antiguo amor, y conocerá a una niña que des del primer momento será diferente para él: Eva.
Una historia de viejos sentimientos que renacen, de creación y de contención de sentimientos en la que el amor a las tecnologías acabará por confundirse y debatirse con el amor a la propia vida.
Con sólo preguntarle "¿Qué ves cuando cierras los ojos?" a un robot, lo desconectaremos, nos cargaremos su memoria emocional. Podremos reiniciar las bases de datos pero nunca recuperar su alma. Nunca podrá ser el mismo, pero los humanos estaríamos seguros.
En Eva vemos totalmente enlazados, como hemos adelantado, robots y humanos, sentimientos y cables, naturaleza y tecnología. Tanto es así, que el espectador muchas veces los puede llegar a confundir y a no ser capaz de distinguirlos. Se crea, de este modo, un mundo cotidiano en el que los androides no dejan de ser un peligro por su misma condición de no-humanos, pues Álex trata de crear el primer robot con alma que consiga pasar el control de seguridad.
Es este uno de los puntos en los que me gustaría detenerme: control de seguridad.
¿Pasan las tecnologías que nos rodean en nuestro día a día algún tipo de control de seguridad? ¿Les ponemos nosotros algún tipo de límite? ¿Tiene nuestra vida barreras de seguridad ante la invasión de los androides? Si nos encontrásemos en peligro, ante una situación en la que la máquina pueda dominarnos, ¿Tendríamos algo parecido a la pregunta de "qué ves cuando cierras los ojos"? ¿Alguna defensa?
Con sólo centrarnos en el nombre de la protagonista, "Eva", ya podemos derivar algunas reflexiones. Podemos remitirnos a la cultura cristiana: la primera mujer que Dios creó, el génesis de nuestro mundo bla, bla, bla... Pero ¡Un momento! Si nos paramos a pensar, la película podría estar explicando una posible era futura, en la que robots y humanos convivan. Además, el nombre de la niña (y su misma condición de niña) podría evocarnos a un principio de algo, a la creación de esa posible nueva era.
El engaño sobre la condición de Eva que nos acompaña des del principio del film y que se revela al final puede hacernos pensar también en los límites de perfección que pueden llegar a asumir las tecnologías cegándonos y haciéndonos vivir una realidad que tomamos por real sin planteárnosla.
¿Somos fichas movidas por las tecnologías? ¿Nos mueven ellas a nosotros? ¿Vivimos, en definitiva, en una caverna? Creo que ese es otro tema que dejaremos en manos de otras películas como El show de Truman o del mismísimo Platón.
¿Seremos capaces de darnos cuenta de dónde está el límite del peligro? La verdad es que la grandiosidad y la maravilla que me suponen las nuevas tecnologías de hoy me ciega y me incapacita para poder responder a esa pregunta.
Se abre otro debate relacionado con la humanización de androides y la robotización de humanos que plantea qué podría pasar si pudiéramos programar nuestros sentimientos, y qué pasaría si los robots pudieran sentir.
"No me vas a arreglar, verdad?" dice Eva hacia el final de la película.
Creo que nosotros no tenemos mejor manera de arreglarnos a nosotros mismos que cerrando los ojos y dejando volar nuestra imaginación.

 - ¿Te aburriste de diseñar robots aburridos?
- Más bien me aburrí de diseñar robots divertidos para gente aburrida.
Yo, cerrando los ojos, veo un mundo de fondo oscuro lleno de formas de muchos colores y respiro sintiéndome más viva que nunca. 
Y tú, ¿Qué ves?

dimarts, 23 d’octubre del 2012

Quiero vivir en la Isla de los Niños Perdidos

"Cuando yo tenía seis años vi en un libro sobre la selva virgen que se titulaba "Historias vividas", una magnífica lámina. Representaba una serpiente boa que se tragaba a una fiera.
En el libro se afirmaba: "La serpiente boa se traga su presa entera, sin  masticarla. Luego ya no puede moverse y duerme durante los seis meses que dura su digestión".
Reflexioné mucho en ese momento sobre las aventuras de la jungla y a mi vez logré trazar con un lápiz de colores mi primer dibujo. Mi dibujo número 1 era de esta manera:


Enseñé mi obra de arte a las personas mayores y les pregunté si mi dibujo les daba miedo.
— ¿Por qué habría de asustar un sombrero?— me respondieron.
Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba una serpiente boa que digiere un elefante. 
Dibujé entonces el interior de la serpiente boa a fin de que las personas mayores pudieran comprender. Siempre estas personas tienen necesidad de explicaciones. 
Mi dibujo número 2 era así:


Las personas mayores me aconsejaron abandonar el dibujo de serpientes boas, ya fueran abiertas o cerradas, y poner más interés en la geografía, la historia, el cálculo y la gramática. De esta manera a la edad de seis años abandoné una magnífica carrera de pintor. Había quedado desilusionado por el fracaso de mis dibujos número 1 y número 2. Las personas mayores nunca pueden comprender algo por sí solas y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones. 
Tuve, pues, que elegir otro oficio y aprendía pilotear aviones. He volado un poco por todo  el mundo y la geografía, en efecto, me ha servido de mucho; al primer vistazo podía distinguir perfectamente la China de Arizona. Esto es muy útil, sobre todo si se pierde uno durante la noche.

A lo largo de mi vida he tenido multitud de contactos con multitud de gente seria. Viví mucho con personas mayores y las he conocido muy de cerca; pero esto no ha mejorado demasiado mi opinión sobre ellas.
Cuando me he encontrado con alguien que me parecía un poco lúcido, lo he sometido a la experiencia de mi dibujo número 1 que he conservado siempre. Quería saber si verdaderamente era un ser comprensivo. E invariablemente me contestaban siempre: "Es un sombrero". Me abstenía de hablarles de la serpiente boa, de la selva virgen y de las estrellas. Poniéndome a su altura, les hablaba del bridge, del golf, de política y de corbatas. Y mi interlocutor se quedaba muy contento de conocer a un hombre tan razonable."

Ser mayor es un aburrimiento total